sábado, 16 de marzo de 2013


EL ATILA DE CHICLAYO
Radico en Chiclayo hace tres décadas y soy uno más de los miles de migrantes chotanos que por diversas razones terminamos estableciéndonos en esta acogedora ciudad. Chota y Chiclayo mantienen desde tiempos remotos entrañables lazos que los unen. Justamente de Chot, el dios que vino trayendo Naymlap según el cronista Cabello de Balboa, proviene el nombre de nuestra ciudad, y Acunta, la meseta en la se erigió la cuna de las rondas es el nombre del último de los hijos del gran forjador de los lambayeques.
Como todas las grandes urbes costeñas Chiclayo ha crecido y se ha dinamizado en base a un fuerte proceso migratorio. Proceso sostenido e imparable que los ha marcado por la improvisación en su desarrollo urbano y el gran desorden en casi todas sus actividades económicas. La falta de trabajo creo ambulantes que ocuparon las áreas públicas y luego la reclamaron como suyas. La informalidad en el transporte público es casi demencial. La falta de políticas estatales y municipales para enfrentar este fenómeno la intensificó aún más. Lamentablemente para Chiclayo y los chotanos que aquí vivimos, el alcalde Roberto Torres Gonzales, otro migrante paisano nuestro, ha logrado lo que los Fenómenos del Niño de año 1983 y 1998 no pudieron, devastar casi toda la ciudad.
Su impericia para gobernar la ciudad es notable. Durante su primer gobierno no realizó ninguna obra de impacto. Lo que mejor hizo fue tener una pléyade de periodistas asalariados que se encargaron de sepultar el malestar ciudadano. Luego, los transportistas como adeptos a quienes les ofreció impunemente la ciudad, fue reelegido como premio a su  incompetencia y castigo para quienes aspiramos una ciudad ordenada y limpia. Es notorio su falta “de olfato” para seleccionar su personal de confianza y sus técnicos. Como alcalde es un fiasco, como chotano un desprestigio para nosotros. Pero no es único, el alcalde de Leonardo Ortiz sigue firmemente sus pasos.   
La ciudad está bombardeada y casi destruida por obras mal ejecutadas. No se pueden recorrer las calles por el colapso de las redes, la empresa que ejecuta los cambios de las mismas ha propiciado irresponsablemente la emanación de aguas pestíferas y nauseabundas.  Y si uno se atreve a tomar un taxi, entonces el viaje corto se convierte en un drama interminable, porque sumado a la destrucción de las calles que impiden un rápido desplazamiento, Chiclayo es una caótica selva de carros y mototaxis ante la impasividad de un alcalde que lo mejor que ha hecho es darle trabajo a los familiares de sus consortes. Se ha destruido la economía local, el turismo ha buscado nuevas rutas alternas y existe un alto riesgo de epidemias. Esa es su gran obra.     
¿Acogedora la ciudad de Chiclayo? Así no. Abandonada tal vez por sus autoridades, la mayoría migrantes chotanos. Inmerecidamente olvidada y casi despreciada por muchos de los que vivimos aquí. Basta recorrer el mercado Modelo y algunas calles céntricas para entender la dimensión de la tragedia. Pero Chiclayo es más que ese puñado de incapaces que la administran corruptamente y más aún de aquellos que cuya indiferencia ofende. Chotanos honestos trabajadores han aportado para su desarrollo, la inexcusable ineptitud de este Atila ignaro debe ser condenada por todos nosotros porque nos avergüenza. Suficiente desgracia hay en Chota con alcaldes salteadores e incapaces como para exportar esta bazofia.