lunes, 1 de noviembre de 2010

El inesperado triunfo municipal de Susana Villarán en la capital, abre, aunque muchos pretendan negarlo, un nuevo escenario, diferente e inseguro hacia a las elecciones presidenciales del 2011. No obstante la lectura de las encuestas que van marcando desde hace mucho tiempo un rumbo casi determinado. Escribo no obstante, porque fue la misma Susana la encargada de arrasar todos los presupuestos estadísticos con su trote final.

Lo que habría de preguntarse es que si el voto por la ganadora ¿fue un voto anti sistema o consistió un voto anti Lourdes, asolapado y vengador de los seguidores de Kouri?, ¿es la izquierda la ganadora de esta elección? ¿ha sido la derecha derrotada en su más fuerte y representativo bastión, Lima?

De todo un poco. Susana impregnó un estilo a pesar de la inmundicia periodística, y quiérase o no, simboliza una alternativa que no es la sistémica. Ella no se representa así sola. Quienes la eligieron unos lo hicieron para vengarse de Lourdes por guillotinar a su líder, otras por género, y una gran masa porque la identificaron como la antípoda del statu quo y que se sienten burlados por un modelo que nos ha hablado de chorreo, de crecimiento durante años y que, como dijo Gustavo Gutiérrez, llueve al revés, hacia arriba, para los ricos. Entonces ha sido un golpe de gong con reverberación nacional.

Y es justamente este descontento manifiesto cuando tenían cantado el triunfo, el que entrevé un complicado panorama electoral para todos, en un país en el que nada está dicho hasta la víspera de la elección misma. Aún siendo los candidatos más fuertes representantes axiomáticos del liberalismo más soberbio e inhumano, temen que aparezca, de entre la bruma de los pobres segundones, el análogo de Susana que pueda aguarles la fiesta y el miedo cunda.

Miedo comprensible porque saben que han implementado un modelo cuya economía se mantiene en azul hacia afuera y en rojo hacia adentro. Depredadora con nuestros recursos llevándose miles de millones al exterior y dejando un sencillo para el país. Un modelo que no consulta, aplica. Que no conversa, dispara. Que no le importa el hombre, sino las cifras y las estadísticas para agradar a la banca mundial.

Ahora lo que le queda a la nueva alcaldesa es mantenerse firme con sus propuestas, no dejarse pasar la mano después de tanta afrenta, y menos aún, permitir que la derecha le ponga la agenda: con quién debe gobernar, qué le está permitido hacer, que debe desaforar a los maestros sindicalistas que la apoyaron, que aliados le conviene o no tener, etc. Si ella cede en estas pretensiones maniqueas de la derecha su elección habrá sido un fiasco y una oportunidad más despilfarrada.

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