sábado, 17 de septiembre de 2011

El tráfico ilícito de drogas, fundamentalmente el de cocaína, es un asunto crucial para el estado el país y el mundo entero. No sólo por la inmensa cantidad de dinero que mueve, filtra y lava a través de empresas, negocios y del mismo sistema financiero. Sino también porque establece redes de corrupción que alcanzan al estado y a los mismos partidos políticos a los que muchas veces financia para lograr representación e inmunidad.

El lavado de activos en el Perú es de aproximadamente 3250 millones de dólares al año y a nivel mundial alcanza la suma de 50,000 millones de dólares. Dinero que curiosamente en muchos sitios genera fuentes de trabajo, sostiene bancos y costea tranquilidad financiera a miles de corporaciones que viven alimentadas por este caudal sucio.

Pero el alcance de la capacidad destructiva del narcotráfico va más allá. Para sembrar la materia prima, es decir la hoja de coca, se talan ilegalmente miles de hectáreas de bosque selvático virgen y luego se intoxican el suelo y las aguas con los filtrados contaminantes que vierten en el proceso de transformación para conseguir la pasta básica de cocaína.

Sin embargo, el mayor daño es el humano. Dolorosamente en nuestro país aproximadamente muchos niños empiezan a usar esta droga a los 10 años de edad, en plena escolaridad. Estableciéndose un círculo cruel e inhumano de consumo que va la mayoría de veces hasta la adultez. Muchos de estos consumidores infantiles terminan delinquiendo para abastecerse de esta droga. Para sembrar la hoja de coca ilegal se destruye la naturaleza, una vez procesada se destruye la misma vida humana y sus lazos sociales.

Frente a este problema el gobierno debe diseñar una política de estado amplia, que abarque todos los frentes. EL legal para reprimir a los narcotraficantes y sus redes de lavado de activos. El económico rastreando y capturando los flujos de dinero sucio. El social dando alternativas viables a los campesinos cultivadores de coca atrapados por las mafias como abastecedores. Y el educacional para evitar que nuestros niños y jóvenes sucumban a tan trágica tentación de convertirse en drogadictos. No hay que olvidar que un consumidor nuevo significa más dinero para estas mafias perversas.

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