sábado, 7 de julio de 2012
DEBERÍA SER UNA
FIESTA
Debería ser una fiesta. Los
quince años de Amor Y Llaga, proyecto
ideado por Fernando Vera, el nombre acuñado por José López y la vida dada por
los tres, la realidad nos impone otro sentimiento: la indignación. Nuestra
ciudad, Chota, abandonada, destruida, sin autoridad competente, y nuestro
departamento, Cajamarca, violentado por una minera inescrupulosa y por un
gobierno cuyas promesas traicionó.
Dos escenarios penosos. Chota
arrasada por la incompetencia de un alcalde cuya mejor función es sobornar a
tirios y troyanos para tener adláteres que lo sustenten, algunos ronderos,
sindicalistas, allegados, etc. cualquiera que quiere ganarse alguito. Esta inmoral práctica implementada
diligentemente por el fujimorismo, se ha convertido en una prolija costumbre de
nuestro inepto alcalde. Así está Chota.
Mientras que el gobierno que
entusiasmó a los desposeídos durante la campaña con su prédica transformadora,
ahora implementa el ideario de la derecha más bruta y achorada, se ha manchado
las manos con la sangre de inocentes conciudadanos. Cinco son los muertos cajamarquinos
y diecisiete suman los peruanos asesinados que lo historia le recordará al
señor Ollanta. Cinco son las vidas que salieron con el sueño que defender lo
poco que nos queda de naturaleza limpia y agua en Celendín y Bambamarca, y
cinco los féretros que la población indignada y dolida acompañó hasta su última
morada.
Para este par de sinvergüenzas,
alcalde y presidente, debería haber sanciones ejemplares. Su incompetencia y
felonía son de manual. Como afirmó el gran escritor George Bernard Shaw “a los políticos y los pañales hay que
cambiarlos seguido y por las mismas razones.” Es decir están llenos de m… no merecen el
privilegio de gobernarnos. Uno por incompetente y el otro por traidor y
homicida. En ambas la ignorancia y la ineficiencia es su estandarte.
Deberíamos estar celebrando
felices estos primeros quince años. Amor
y Llaga es ya parte de la vida chotana, y eso tendría que habernos puesto
felices. Pero la realidad se encarga de darnos la contraria. Realidad dolorosa,
indignante y cruenta. Una Chota a la deriva, sin organización ni planificación,
una Cajamarca militarizada y desangrada sin reparos y un país estafado de la
manera más olímpica por un converso sin escrúpulos. ¿Qué celebrar entonces?
Nada más que nuestra indignación
y nuestra reafirmación de seguir caminando por el sendero trazado. A costa de todo,
amenazas, juicios, violencia física. Ya superamos lo más difíciles escollos. No
tenemos otra alternativa más que continuar hidalgamente para malestar de los
sinvergüenzas y la satisfacción de mucha gente que aspira una Chota y un Perú diferentes.
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