sábado, 16 de febrero de 2013
EL OTRO CARNAVAL
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Concluyen los carnavales y las
redes sociales se inundan de fotos y mensajes expresando el placer y la
algarabía que produce esta colorida y húmeda fiesta. Nuestra provincia y las
vecinas también han hecho lo suyo para festejar a lo grande cada una con su
peculiar espectáculo. Y son las tradicionales yunzas, aquellas armadas en el
esqueleto de un árbol de aliso, la fresita que corona el pastel carnavalesco. Todos
se mojan, bailan y disfrutan a lo grande hasta el año entrante.
Pero el carnaval municipal, aquel
que cree pasar inadvertido y que todos nos percatamos (y callamos), es un gran
jolgorio que no conoce el asueto. Fiesta para el alcalde y sus adláteres
naturalmente que prosperan con desvergüenza. Deleite para sus ánimos y efectivo
para sus cuentas. Este es un carnaval en el que no se arroja agua, ni talco,
menos pintura. Pero sí se engrasan emisoras, se polvean periodistas y se
humedecen conciencias para ocultar la danza del desfalco.
Y Chota, como es casi natural en
estas últimas décadas, sigue feliz y festejando. Y el alcalde como también es
natural con los últimos alcaldes continúa, algo insomne y maquillado, pero rebosante
de ingenio y tranquilo de conciencia. Mientras la ciudad cada día se parece más
al escenario urbano y gris de un thriller de pesadilla. Para la cuatrinca que
gobierna con la inexplicable anuencia de los vecinos, nunca concluye el faenón
económico que administran a su manera. Para Chota todo el año es miércoles de
ceniza. En ayuno y abstinencia.
Y las poquísimas obras que se
hacen tanto en el campo como en la ciudad, las hacen mal. ¿Cuánto cuesta hacer
las cosas con solvencia? Mucho. Tendrían que renunciar a sus coimisión que ofrece motu propio la constructora y que ronda alrededor del 20%.
Imposible para tan insaciables autoridades. A eso hay que restarla la ganancia
de la empresa que ejecuta la obra y que va desde el 20% al 30% del total del
presupuesto. Y si subcontratan el presupuesto real de ejecución se achica aún
más considerablemente.
Pero el carnaval municipal no es
sólo son las coimisiones por obras que receptan orondos la mayoría de
alcaldes para enriquecerse y seguir trepando en la pirámide política, salvo
honorables excepciones, también está el vaso de leche que aporta lo suyo con su
porcentaje. Las obras fantasmas cuyo dinero jamás se invierte pero que si son
diligentemente sustentadas, saneadas y santificadas.
Dinero envainado al bolsillo y todos felices. Hasta que la contraloría, que
rarísima vez es efectiva porque también recibe lo suyo para callar, encuentra
la punta de la madeja y plof.
Por este plof el ingenioso
alcalde de Chota enfrenta una nueva investigación judicial cuando administraba
la ciudad de Tacabamba. Y es que fraguan documentos, arman expedientes, obligan
a firmar a sus subalternos, inventan contratos de maquinaria para sustentar el
gasto de una obra que jamás se realizó y sustraer el dinero sin bochorno
alguno. ¿Cuándo concluirá este carnaval del desfalco? Cuando los ciudadanos
entendamos que nuestro silencio y anuencia enriquece ilícitamente a una gavilla
de pícaros y que es el momento de decir ¡Basta¡
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