viernes, 30 de abril de 2010

Carlos Campos Vásquez

Alan García será recordado, sin duda alguna, por sus dos gobiernos y el perverso parecido entre estos. Amén de otras exquisiteces que la historia se encargará de juzgar apropiadamente como la gambeta para desertar de la social democracia y trocarse en irrefutable paladín del neoliberalismo.

La soberbia que en su primer gobierno se disfrazó de entelequia populista para arrasar con la economía, en el 2006 se transmutó en inefable majadería. Injurió sistemáticamente a los maestros a los que llamó comechados. Disparó su insaciable verbo contra los nativos que se oponían a la concesión de sus bosques a empresas privadas, para él son ciudadanos de tercera. A los agricultores discrepantes con la explotación minera cuando ésta se apropia del agua y afecta sus tierras, los manipulados. Todo aquel que es vulnerado por su modelo económico y protesta calza perfecto en el espectro de su risible postulado de “El perro del hortelano”.

La mentira es otra de sus elogiadas virtudes. Recordemos que en las elecciones municipales del año 86 sacó de carrera a Bedoya con la promesa de la construcción del tren eléctrico. Han pasado casi 25 años y el tren es una pesadilla onerosa. Ahora ha maximizado sus dotes de embaucador: Revisar el TLC con EE.UU., los impuestos a las sobre ganancias mineras, eliminar la renta básica, retorno a la Constitución del 79, Contralor a propuesta de la oposición, etc. La lista es larga. Larga también la espera.

Y como ahora suele apelar a la meritocracia, la corrupción ha hecho lo suyo para conservarse en un envidiable lugar. Antes fueron las coimas del tren eléctrico, de las compras de armas que Agustín Mantilla guardó por millones en bancos norteamericanos. Hoy el doloroso espectáculo de los petroaudios que desnuda las mafias del gobierno y empresarios, la subasta inmoral de nuestros recursos, la lentitud cómplice de los jueces para investigar y sancionar, la insólita pérdida de las pruebas, etc. Desgraciadamente, la trágica década fujimorista llena de rapiña y malas artes ha encontrado en García su más conspicuo continuador.

El problema de García es el mismo García. Arrogante y falaz. Tras él arrastra en sus piruetas ideológicas y en sus alianzas políticas a su partido del que se considera su más absoluto jerarca. Afirma que la economía está “estable” y que “gotea” su bondad. Mentira, no gotea, llueve, pero hacia arriba, hacia los más ricos, como lo expresara el sacerdote Gustavo Gutiérrez. Lamentablemente para el país ha sido incapaz de gobernar, en las dos oportunidades, con un poco de decoro y honestidad.



Filed Under:

0 comentarios: