sábado, 8 de mayo de 2010

Cuando creían que ya pasaban “piola”, la extraña pérdida de cientos de archivos de los petroaudios (los que desfilaron por la policía, la fiscalía y el poder judicial), las nuevas develaciones comprometiendo aun más a personajes ligados al poder y el banquete de los terrenos en Cofopri, el escándalo y no la vergüenza puso en jaque al gobierno y al Apra.

Una historia casi calcada, por su evolución y no por el tiempo que duró, con el indulto a Crousillat. Fue la indignación ciudadana y no las evidencias incuestionables de la buena salud del broadcaster lo que hizo retroceder a García de su mañoso perdón. En el caso de los petroaudios, por ídem, dejaron que el tiempo, la pésima memoria peruana y una justicia controlada políticamente se encargaran de disipar en el olvido, una vez más, un repulsivo episodio de nuestra necesaria vida democrática. El tiro les salió por la culata.

Y como Dios y lo peruanos perdonamos el pecado (léase robo) más no el escándalo, tuvo que salir el mismo presidente con su ilustre lengua a increpar a las ratas y miserables, exigiendo que la justicia sea vertiginosa para castigar a estos malsanos. Si todos conocemos de las presiones y las maniobras realizadas bajo su amparo durante largo tiempo para licuar las pruebas y cercar las investigaciones. Todo con su anuencia y la lenidad del poder judicial. Con una maniobra muy suya intenta aparecer como el pulcro y ajeno. Pasaron dieciocho meses de un ominoso mutis para que García diga algo.

Sólo eso, hablar y nada más, porque medidas específicas contra la corrupción no constan, como tampoco existe una política específica contra esta desventura nacional. Al contrario, todos los gobiernos de nuestra dolorosa historia republicana tienen como Política de Estado no tener ninguna Política de Estado contra la corrupción. Así festinan mejor.

Jorge Del Castillo, compañero y contendor interno del presidente, comprometido en este affaire y a la vez Secretario General del Apra junto a Omar Quezada otro de los chamuscados, tuvo que pedir licencia política y allanarse a la investigación fiscal para calmar las aguas ante la reluctancia inicial del segundo. La desconfianza ciudadana radica en que la fiscal Echaiz, mandamás del Ministerio Público y responsable de la investigación, es esposa de un reconocido dirigente aprista lambayecano.

Mientras tanto un García casi satisfecho desde el velatorio del trovador peruano Lucho Barrios pareciera cantarle a viva vos a su defenestrado ex Primer Ministro “dudo, dudo que seas feliz, hay dios mío hay dios mío hay dios mío, esta duda me quiere matar”, los otros comprometidos en estas escandalosas conversaciones, los empresarios, disfrutan tranquilos sus días como si nada hubiera sucedido. El asunto no es con ellos.

Filed Under:

0 comentarios: