sábado, 15 de enero de 2011



Empezó nuevamente la función. Y el zafarrancho de promesas electorales de los diversos candidatos raya con lo surrealista. Y es probable también que para la indigestión que nos causará la ingesta de tanta improvisada benevolencia, necesitaremos más de una Sal de Andrews para sosegarla.

De pronto llegó la estación de los desposeídos. Es la magia electoral. Todos, absolutamente todos se acordaron en un santiamén que esos ciudadanos de tercera existen y que son tan peruanos como los mismísimos candidatos. Aunque hay mucho de chistoso en algunas promesas y de insultante en otras, la resaca de este espectáculo es siempre desastrosa, porque simplemente ninguno de ellos cumplirá lo ofrecido.

Irónico es por ejemplo escuchar al peruano-norteamericano P. P. kuczynski un discurso que pareciera sustraído al padre Marco Arana afirmando que minería sí, pero responsable, si las comunidades no lo desean, no habrá minería. De cartel, de la boca de uno de los grandes privatizadores, lobistas y ejecutivo de empresas norteamericanas y chilenas que estropean al país.

Sin embargo, el premio mayor es para la hija del salteador del país, Keiko Fujimori. Ella modestamente se compromete a una lucha sin cuartel contra la corrupción, casi como su padre. Esto, estimados lectores, es sin comentarios.

En tanto, envalentonado por las encuestas, Alejandro Toledo ha ofrecido el oro y el moro y ya no tiene nada que ofertar, tendrá que inventar algo más para lo que queda de la campaña.

Luis Castañeda, casi minimalista, consagrará los cinco años de su gobierno a convertir al Perú en una gran Lima, hospitales por aquí, escaleras por allá, carreteras por doquier, metropolitanos hasta en lo andes. Es decir, en un lustro seremos, como lo auguró nuestro rechoncho presidente con mucha razón, un país del primer mundo, pero no gracias a él, sino a estos magnánimos caballeros que nos venden sin vergüenza gato por liebre.

Meche Araoz no promete nada aún en tanto no resuelva su anticucho con Jorge del Castillo, la chamba lo hace el ejecutivo con recursos del estado. Manuel Rodríguez y Fuerza Social convertidos tras un triste espectáculo en la izquierda que la derecha requiere, no le queda ni mecha ni saliva. Los otros de la lista no tienen titulares.

Quien está jodido es Ollanta Humala, absorto y al borde del colapso, ha visto como todos estos candidatos neoliberales le han robado sin aspaviento alguno su plataforma de lucha y su discurso político, el mismo discurso por que fue vilipendiado por ellos mismos en las elecciones anteriores. Como suelen decir los chistosos “son cosas del Orinoco, tu sabes y yo tampoco”.

Ha empezado la función, los pobres están de moda, al menos por unos meses serán los invitados de honor en esta falaz fiesta de gestos mendaces. Terminado el circo electoral en que se ha convertido básicamente nuestra democracia, los despojados tendrán que regresar a su lugar de siempre, el olvido. Y el que gane, con su nuevo discurso, nos dirá que por el bien del país no podrá cumplir con lo prometido. Ejemplos tenemos de sobra.

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