viernes, 8 de abril de 2011


Si pensábamos disfrutar de un contrapunto sabroso entre los candidatos con respuestas y réplicas típicas de la confrontación electoral y los contrastes políticos, nos ensartamos. Apenas una repetición cansina y panfletaria de sus promesas bastante escuchadas, leídas y observadas en sus acaudaladas campañas.
Y es que en realidad, por las características propias del formato, condujo a lo que debería ser una buena oportunidad para escucharlos, en una ajustada y tediosa exposición que no ha satisfecho a nadie y que, es muy probable, no haya movido las aguas agitadas de la intención del voto. Fue una reiteración infructuosa de su publicidad electoral. 
Pero valdrían algunas preguntas ¿Cuán importante es conocer el programa político de cada candidato? ¿Qué define una elección, el programa, lo que los medios de difusión interesadamente inducen, acaso el temperamento del candidato? La respuesta quizás sea una fusión de muchas cosas debido a lo inmadura y fracturada educativa, económica y políticamente que se encuentra nuestra sociedad.
Pero lo que sí es indudable es que para gobernar las promesas y los programas como los que escuchamos hasta el hartazgo estos días no sirven de nada. Ni siquiera para la ilusión. La historia lo registra y la memoria nos recuerda una dolorosa constante: el candidato ganador nunca cumplió con lo que ofreció y lo que plasmaron en sus programas lo tiraron al tacho ni bien se hicieron de la franja presidencial. Tenemos una galería de ejemplos para saciarnos.
Entonces votar en el Perú ya no es un acto de adhesión con lo sustancial de las propuestas, menos aún con el soporte ideológico, si no una identificación con las formas y artes histriónicas de cada postulante, con lo que la prensa informa de acuerdo a sus intereses, con lo expectoran las campañas abyectas. Esta conducta fue construida alevosamente desde el fujimorismo para guillotinar la política como un ejercicio de servicio y de libertad ciudadana para convertirlo en un botín empresarial. De esa manera el descontento se disipa y se trasvasa de un postulante a otro.
Por eso tenemos candidatos de todo calibre y todos dentro de las reglas de la farándula barata y el exabrupto constante. Olvidaron que están postulando a la primera magistratura de un país pleno de historia y expectante de un futuro mejor y no a la administración de un circo barato. Y que su obligación es, desde su campaña misma, educar y  formar a los ciudadanos con el ejemplo y la información adecuada y no denigrarlos como lo hacen con mucho empeño. El debate de marras sólo fue un magro saludo a la bandera y una tomadura de pelo más.

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1 comentarios:

  • Completamente de acuerdo..y lo vivido en la s recientes elecciones corrobora lo que muchos sabiamos de antemano pero nos negabamos a aceptar..que la mayoria de la poblacion sufre un caso de amnesia grave...

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