Cuando la derecha con su prensa sedienta de lapidación imaginaban poner en mala situación a Ollanta Humala apelando a su supuesto programa estatista y pro chavista, esperando también que aflore de él su más recio nacionalismo y evidenciarlo como un candidato descarriado. Un giro inesperado en su discurso deja descolocado a sus opositores.
Y es que el nacionalista está casi desconocido. Su ácida prédica anti sistema a sido cambiada por un suave susurro casi inofensivo que ha dejado perplejos a propios y extraños. La razón, el temor a ser demolido por la maquinaria publicitaria de los grupos económicos. Ha invertido su jugada. No le interesa conquistar a la población en torno a su programa (que exhibe algunos yerros), si no que lo graduando y lo ha adecuando para evitar un linchamiento político y disipar el miedo que intentan infundir.
La táctica hasta el momento le está dando resultados. Además ha logrado el compromiso y apoyo de muchos profesionales e intelectuales que garantizarían un Ollanta equilibrado.
Por otro lado a Keiko Fujimori que marcha segunda en las encuestas, no le quedó más que copiar la formulilla. Tuvo que pedir perdón a medias por los excesos de papito, reconocer que cometieron errores, que muchas medidas fueron extremas y abusivas y bla, bla, bla. Se cuidó mucho de no mencionar crímenes ni el asalto al erario nacional. La prensa se dio por satisfecha con este perdón tardío que obvió a los familiares de los espantosamente asesinados y a su propia madre víctima de la infamia del dictador.
Sin embargo, tras su candidatura están los impresentables y cómplices que acompañaron a su padre. Jaime Yoshiyama quien presidió el congreso más corrupto y el mismo que aprobó la ley que liberó a los asesinos de los estudiantes. La inefable Martha Chávez, la que presentó la ley y dijo que los universitarios se habían auto secuestrado y auto asesinado. El siempre ubicuo Raphael Rey para defender lo indefendible, enemigo jurado de los derechos humanos. Y otros tantos más que asaltaron y se enriquecieron bajo el amparo de una dictadura que ahora apela a nuestra débil memoria.
Ahí están como en sus mejores tiempos los mismos que destroncaron los poderes, degradaron a las fuerzas armadas, compraron tránsfugas, prostituyeron a la prensa, los mismos que sacaban la cocaína en el avión presidencial, etc. Toda una partitura fujimorista en un cortejo de retorno de procesados y fugitivos morales con ansias de venganza y completar el latrocinio.
Y como era de esperar, desde el púlpito de la Catedral de Lima, un desvergonzado fraile del fujimorismo, de los crímenes y la corrupción, el Cardenal Juan Luis Cipriani, ataca a cualquier personalidad que osa apoyar a Ollanta y llama a la reflexión a los feligreses insinuando sin ningún aspaviento votar por su candidata.
IRONÍAS DE LA SEGUNDA VUELTA