sábado, 15 de septiembre de 2012


¿QUIÉN DERROTÓ O AYUDÓ A SENDERO LUMINOSO?

Al cumplirse los veinte años de la captura del líder senderista Abimael Guzmán, indiscutiblemente un punto de inflexión en lucha antisubversiva, la respuesta sigue en tono de grises. Y es que muchos se creen los padres de la criatura. Fujimori y su banda se irrogan el mérito, Montesinos como miembro de esta gavilla se autoproclama la inteligencia hacedora del milagro, los militares que los enfrentaron en el campo de batalla también exigen lo suyo, los campesinos organizados en rondas paramilitares se hacen presentes, y el GEIN, quien con su silencioso y efectivo profesionalismo pudo capturar al escurridizo Gonzalo para furia de Fujimori también reclaman y merecen el honor.   

Sin duda todos contribuyeron, pero para ser sinceros, Sendero Luminoso, a pesar de todo el despliegue que hacía con su propaganda armada, sus atentados y combates contra el ejército y la policía, aún con el desasosiego del despistado embajador norteamericano que planteó una intervención militar en el Perú para evitar el triunfo senderista,  los seguidores de Abimael estaban destinados a la derrota. Tenían fallas de origen que obstinadamente se negaban a aceptar y corregir. Partiendo de la conceptualización de la sociedad peruana calco y copia de las tesis de Mao siendo Perú y China dos realidades totalmente distintas.

Era una organización sectaria y vertical, con una fuerte dosis de culto casi religioso a Abimael cuyos planteamientos eran como dogmas de fe. En pleno proceso de lucha armada Sendero no entendió oportunamente los cambios que debería ejecutar y se aisló a pesar de su crecimiento. Atacó a la población civil indefensa. Desarticuló muchos sindicatos asesinando a sus líderes. Conminó a la izquierda metralleta en mano a aceptar sus designios. Jugó en pared con Fujimori para destruir lo poco que había de organización partidaria aniquilando el debate de ideas. Y en pared siguieron atacando a toda organización popular o comunal que no valía a sus propósitos. Todo eso le paso finalmente la factura.

Los activistas más ideologizados se hallaban en las universidades pero su formación era casi panfletaria. Su fuerza radicaba en su capacidad organizativa y las armas por el temor que causaban. Y en la sierra implementaron un sistema de aniquilación y levas para aumentar su tropa guerrillera. Se negaron a asimilar la experiencia internacional para entender que estaban entrando a un callejón sin salida. Eran los dueños de la verdad y nadie podía discutirles. Incapaces de articular un frente que les permita más capacidad política, porque su propósito era inutilizarlo todo, terminaron creando un gran frente contra ellos. Entonces la pregunta correcta es ¿quién contribuyó a su crecimiento durante tantos años?

Un país fragmentado históricamente. Un ande olvidado y despreciado. Una juventud radicalizada. Una crisis que fulminó la economía familiar. La corrupción cabalgando imparable hasta hoy. Un estado de espaldas al país y torpe al definir a los insurrectos como una simple banda que debería ser aniquilada a balazos y no como un fenómeno político complejo. Cierta izquierda que jugaba a la revolución radicalizando a sus militantes jóvenes y luego estos se enrolaban burlados. La brutalidad de la represión asesorada por los norteamericanos que arrasó con miles de inocentes. Sendero tropezó con el terreno fértil para posicionarse y atacar. Algunos pusieron su granito de arena y otros contribuyeron con volquetadas. 

Sendero fue derrotado militarmente, eso significó sólo parte de la solución, políticamente sigue activo. Y la izquierda que le daba ardua lucha en los sindicatos y universidades graciosamente ha sido acusada de terrorista. Sin partidos políticos firmes, sin debate político e ideológico. Con pobreza, olvido y más corrupción. Despojo de tierras comunales y represión. Con los otros dueños absolutos de la verdad que lo ayudaron creyendo combatirlo presentes. Un sendero remozado tiene todas las condiciones para incursionar con nuevas estrategias pero viejos trastornos. Por qué habría de sorprenderse, la historia estúpidamente se repite.  

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