jueves, 11 de octubre de 2012
ANTONIO CISNEROS:
“QUE GANAS DE JODER, VIEJO AGUAFIESTAS”
José López Coronado
Antonio Cisneros (Lima, 1942) es uno de mis poetas preferidos, y acaso uno de los primeros. Tuve la suerte de conocerlo personalmente y estrechar su mano hasta en tres oportunidades, en Lima, en Chiclayo y en Cajamarca. La última vez lo encontré en la plaza de armas de Cajamarca, acompañado de su hijo Diego cuando, por feliz coincidencia, Carlos Campos Vásquez me acompañaba a recibir el Premio Horacio el año 1999 en esa ciudad, y él, Cisneros, me felicitó por ello.
El poeta, conocido también como El oso hormiguero (por su programa en RPP) ha muerto en Lima el sábado 06 de octubre. Al saberlo, aquí en Chota, dos días después, el pecho se me partió en dos y a pesar que la mañana del lunes 08 estaba espléndida, los días se me han nublado toda la semana. Para volver a tenerlo cerca he vuelto a sus libros de poesía que poseo, desde Comentarios reales, pasando por Agua que no has de beber, Como una higuera en un campo de golf, Canto ceremonial contra un oso hormiguero, La crónica del Niño Jesús de Chilca, Monólogo de la casta Susana y otros poemas, Las infinitas preguntas celestes, y Propios como ajenos (que no son los únicos que escribió sino son los que poseo).
De Antonio Cisneros, que tenía un talante y gusto anglosajón, aprendí a decir las cosas con desparpajo e ironía, es decir, a ser menos artificial. Pues ser natural es uno de los modos de perfilar un estilo (que yo llamo fórmula escritural): “Que ganas de joder, morirte justo/ cuando eras el ejemplo (y la alegría)”. Y no llorón (como se definía respecto de Vallejo), era personalísimo hasta cuando de poesía amorosa se trataba (poesía que debe ser muy personal y a la vez universal): “No me aumentaron el sueldo por tu ausencia/ sin embargo/ el frasco de Nescafé me dura el doble/ el triple las hojas de afeitar”, o tajante para desmitificar la biografía de algunos héroes : “Otros sin tanta fortuna, han ocupado dos páginas de texto”, o también cuando, irónico, retrató a su hermano: “En verdad, mi padre no lo tenía de su reino: ni en pelea de perros lo quería”.
Poeta diverso y complejo. Diverso porque la temática de su obra es amplia, pues abarca las circunstancias infinitas de la existencia humana. Y complejo porque supo desenredarse los cabellos de las ideologías ortodoxas y optó por un marxismo más humano para estar más cerca de lo divino.
Se sabe que Antonio Cisneros es un pilar de la poesía en lengua española cuya maestría trasciende nuestro idioma. Los premios que se le concedió lo certifican. Un poeta extraordinario que seguramente está cabalgando hacia la eternidad en su Caballo Rojo (El suplemento cultural de El Diario de Marka que nos acercaba a los poetas y escritores nacionales y extranjeros en la década del 80 a los jóvenes aspirantes a poetas y escritores que fuimos y que somos en el Perú profundo).
He dicho que Antonio Cisneros es uno de mis poetas preferidos, a quien seguiré guardando cariño y respeto incólumes (“Haciendo tiempo,/ mientras llega la hora de oficiar/ mis pompas funerarias,/ que no serán gran cosa/ por supuesto”). Que ha muerto en este octubre frío y que, además, he aprendido de su estética y su manejo de la palabra para contextualizar mejor nuestros conceptos y, sobre todo, desmitificarlos ("Así fue, y estoy en deuda contigo, viejo aguafiestas”). Pero ahora, menos conmocionado por la angustia, recuerdo felizmente que los poetas no mueren y que van al universo para titilar como estrellas y respondernos siempre Las infinitas preguntas celestes ([que] “sacan a flote mi desencanto y mis aburrimientos”.)
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