sábado, 9 de agosto de 2014
NARCOS,
NARCOINDULTOS, NARCOCANDIDATOS
Sin duda alguna, hay un creciente
temor porque un alto porcentaje de candidatos que postulan este octubre en la
elecciones municipales y regionales, son sospechosos de pertenecer a la mafias
del narcotráfico o estar financiadas por ellas, que es una manera específica
también de pertenecer a este próspero e inmoral negocio. Sentenciados por este
delito, indultados e investigados pretenden ser elegidos por el voto popular. Organizaciones
civiles y el mismo JNE han soltado la alarma a cuatro vientos, como si este
hecho fuera un fenómeno fortuito y reciente. El narcotráfico en el Perú, desde
que se volvió una actividad mundialmente rentable, está metido hasta el tuétano
en la vida social, económica y política. Invierte en campañas, sustenta bancos
y penetra el apartado estatal sin inconvenientes.
Son los partidos políticos en
donde han salpicado los escándalos más sonados porque ahí se forja esa sociedad
perversa: política-narcotráfico para acceder al gobierno y el estado. Y es el
Apra la organización que tiene una larga data de vínculos con capos de este
rubro delictuoso. El caso Carlos Lamberg, militante aprista y benefactor de
Haya de la Torre, a pesar de ser condenado a 14 años de prisión, su pena fue
reducida. Se rumoraba, según investigación de Gustavo Gorriti, que en 1985,
financió la campaña de Alan García y que antes hizo lo mismo con la de
Villanueva del Campo. Luego vino Villa Coca del narcotraficante Reynaldo
Rodríguez, alias ‘El Padrino’, socio de Lamberg, cuyo laboratorio explotó y que
fue defendido curiosamente por Vladimiro Montesinos. Al fiscal a cargo de las
investigaciones lo cambiaron intempestivamente por otro que archivó el caso.
Gobernaba entonces Alan García.
Pero ahí no acaba el romance del
Apra con el narcotráfico, también el caso Manuel Ángel del Pomar, los vínculos
con los Sánchez Paredes, la entrega de armas al jefe paramilitar “Huayhuaco”
quien dirigía una red de narcotraficantes en Ayacucho, la desaparición de 72
toneladas de cocaína incautada en el quinquenio aprista. Y la cereza que corona
el pastel, los hoy famosos narco indultos que Alan García defiende con brío y
sin contriciones. Por la rivera del fujimorismo, en la década del 90, convirtieron
al Perú en un narco estado, con absoluta prevalencia de éste sobre el resto de
mafias que operaban en el país y que fueron sometidas por Vladimiro Montesinos,
brazo derecho de Fujimori. La coca salía en las valijas diplomáticas, en los
aviones de la FAP y los buques de la Armada Peruana con total impunidad. Todo
un récord.
Chota no es ajena a esta espinosa
realidad. El narcotráfico acá es una de las actividades más boyantes. La
complicidad, inacción y corrupción de la policía y el poder judicial permiten
el acopio de grandes fortunas. Fortunas que luego se usan en campañas políticas
de la manera más ignominiosa posible. Así los narcotraficantes buscan espacios
políticos, cobertura para sus actividades delictivas y condiciones para
blanquear el dinero producto de la destrucción de generaciones de jóvenes. Narcos,
narcoindultados y narcocandidatos, un contexto que nos sume en un una peligrosa
y devastadora espiral que destruye el tejido social, la salud económica, la
vida política y el medio ambiente.
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