sábado, 8 de noviembre de 2014
EL
PAÍS DE ALÍ BABÁ Y LOS DEMASIADOS LADRONES
El Perú es un
inmenso y suculento botín. Ninguna generación de ladrones, por muy eficaces y
proactivos que hayan sido con su oficio, han logrado hacer mella a su reserva
material. Y ya van siglos con este ejercicio persistente. Al contrario, por
increíble que parezca, este noble y estropeado país se da maña para soportar
con hidalguía tanto frenesí con el desfalco y, además, cuando nuestros
entristecidos rapaces sospechan que los recursos se van agotando, zas, de
pronto, como una sagrada bendición, aparecen otros que son motivo de algarabía
y casi una fiesta nacional. No hay dicha más grande para estos señores, porque
así, aseguran que sus sucesores tendrán un futuro promisor.
Es cierto. Esta saga de Alí Babás y su incontenible banda de cleptómanos no han podido vaciar
los recursos que los enriquecen, pero sí han destruido, y casi en su totalidad,
el sustento más valioso de un pueblo: su reserva moral. Los aplaudimos con
frenesí. Los elegimos entre debates, quien objetaría, libremente. Los
mantenemos con nuestros impuestos que también se los llevan. Es decir, nada que
reclamarles. Han implementado un sistema tan, pero tan eficiente, que cuando se
levantan en peso el erario nacional, nosotros somos los culpables por
preferirlos. Cuando por alguna razón extraordinaria no lo hacen, también es
responsabilidad nuestra que no hayan cumplido con su venerable deber. En ambos
casos quedan eximidos de sus culpas. Caso contrario, allí está el ministerio público
y el poder judicial, baluartes responsables de garantizar que este agraciado sistema
no falle. País maravilloso el nuestro.
Veamos.
Ejecutivo, legislativo, poder judicial, ministerio público, gobiernos
regionales y alcaldes, es allí donde Alí Babá
concentra a sus más eficientes y probados secuaces. Sin discusión
alguna. Pero no sólo en los estamentos del estado, también los hay del otro
lado, y muy ponderables. En los partidos políticos abundan estos especímenes de
capacidades sorprendentes. Acá se forjan y promocionan los futuros expertos en
el saqueo. En los sindicatos, donde también se cojudea y estafa a los
sindicalizados zanahorias, se cocinan a medio fuego los grandes dirigentes y prometidos
representantes del pueblo. Listos también para la rapiña. Por último, los
ciudadanos se han afiliado con su inopia moral, aclaro, producto de años de una
educación adecuada para estas causas, a la comparsa del saqueo. Y las
corporaciones de la prensa, sin palabras.
Un país que con todo
su patrimonio histórico, su bagaje cultural y su plurinacionalidad que lo hace
exuberante. Abundante en materias explotables y única en el mundo por su
variedad de ecosistemas. Envidiable por sus riquezas, gracias a esta casta de
cleptómanos de Alí Babás y su interminable mancha de choros, apenas subsiste en
la penuria material y asfixiándose en la indigencia moral, aquella que nos da
dignidad y que nos lo han arrebatado. ¿Lamentos? Sobran. ¿Explicaciones? Por
doquier. ¿Las leyes? Si, allí están bien escritas. Un
pueblo enajenado no tiene más opción que rebelarse o morir en medio de tanto pudrimiento.
Y en silencio.
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