sábado, 3 de julio de 2010

Bastó la excarcelación de Lori Berenson para que se desencadenara el berrinche del Opus Dei, la derecha peruana, desde luego los apristas del poder y cierta prensa que se dedica a reproducir con resonancias sus prédicas.

Y es que para estos señores, si de ellos dependiera, los sentenciados por terrorismo nunca deberían dejar la cárcel ya que representan un alto riesgo de volver a las andadas reincorporándose a sus antiguas huestes. Por ello atizan el miedo ciudadano, recriminan al Poder Judicial y hasta una “inesperada” marcha de prosélitos de Abimael demandan la amnistía para éste en los claustros sanmarquinos.

Hace dos décadas cuando empezaron las condenas largas y firmes para los violentistas, parecían muy justas y daba la sensación que el tiempo para que recobren su libertad nunca llegaría. Cumplidos los plazos Alan García, Rafael Rey y el Cardenal Cipriani no encuentran la manera humana de prolongar la estadía de los sentenciados en la cárcel, si no es violentando los principios jurídicos de una democracia que ellos representan y disfrutan.

Pero esta pretensión en tiempos preelectorales tiene sus bemoles sospechosos. ¿A quién beneficia el alboroto del terrorismo si no es al fujimorismo y su candidata que usufructan glorias que no les pertenecen? ¿No es acaso los violadores de los derechos humanos con su bienhechor en el Ministerio de Defensa los que buscan estas ocasiones para “limpiarse”? ¿y de los chuponeadores amigos del vicepresidente Giampietri y toda la basura destapada ya nos olvidamos?

El presidente quiere cambiar las leyes, pero regirían para los juicios nuevos ya que no son retroactivas. Rafael pide arrepentimiento y esto no es un requisito jurídico para acceder a la libertad y al cardenal sólo le queda pronunciar dislates casi risibles. Sin embargo estos señores hicieron mutis cuando Enrique Croussillat, el mafioso que recibió millones que bien hubieran servido para hacer hospitales y atender a esos niños de la sierra sur que mueren a diario de pulmonía y otros males, fue perdonado y excarcelado por un orondo Alan García.

Desde luego que existe un potencial peligro que los liberados retomen el camino subversivo, hay en el país un temor fundamentado por toda la tragedia que se vivió, pero la coyuntura no puede usarse manidamente. Para ello están los servicios de inteligencia que deben hacer una tarea preventiva, pero esencialmente eliminar las crueles condiciones de inopia y abandono que es el terreno fecundo donde estas prédicas encuentran oídos. Así como también persiste la desazón ciudadana por la corrupción corporativizada que es la otra cara de la medalla que destruye la economía, la moral y las esperanzas de toda una nación.

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