sábado, 26 de noviembre de 2011

Reza un viejo y sabio adagio: del dicho al hecho hay un gran trecho. Los candidatos presidenciales para estar en honda con las aspiraciones ciudadanas y al ritmo de la temperatura electoral, prometen sin bochorno alguno con tal de llegar al sillón de Pizarro. Una vez allí es otra la historia. Y todo indica que Humala no va a ser la excepción.

Esta costumbre de traicionar las ofertas electorales no es nada nuevo. Tan grosero su uso como republicana su permanente consumación. Pero son los candidatos convertidos en presidentes de los últimos tres decenios los que se llevan las palmas por ser los más grandes desleales y farsantes. Y de ellos dos destacan por varios cuerpos de ventaja.

Recordemos al entonces candidato Alberto Fujimori que prometió no al shock económico que era la propuesta de su émulo Vargas Llosa y a la vez liderar un gobierno con honradez tecnología y trabajo. Aplicó el shock, se convirtió en el presidente más corrupto de nuestra historia y la única tecnología que trajo fueron los aparatos para escuchar clandestinamente a los opositores. Tecnología que hasta hoy subrepticiamente se usa.

El otro campeón fue el ex presidente Alan García, quien con su incontinencia verbal ofrecía todo lo que le pudiera beneficiar electoralmente. No al TLC con los EE UU, eliminar la renta básica, no a los services, cobro a las sobre ganancias mineras, etc, etc. La lista es larga y ominosa. Todos sabemos que no cumplió con nada de lo ofrecido. Salvo repetir algunas jornadas de saqueo al estado y entregar a sangre y fuego territorios para la explotación a las trasnacionales sin el consentimiento de los pobladores.

Y el que está a punto de convertirse en uno más de esta ilustre lista negra es Ollanta Humala. A quien la promesa dicotonómica del “el agua o el oro”, palabras suyas pronunciadas en plena campaña a la sazón de la disputa cajamarquina contra la minería, empiezan a pasarle factura. Y sus recientes declaraciones “Queremos el agua y el oro”, o “El proyecto Conga es un proyecto importante para el Perú”, hacen sospechar que el presidente, luego de licenciar a Carlos Tapia reconocido militante izquierdista y asesor de la PCM, ha dado un giro contra sus propuestas electorales para satisfacción del gran capital que ahora lo aplaude.

El conflicto en Cajamarca es todavía más espinoso por el pésimo historial de Yanacocha, propietaria del proyecto Minas Conga, que pretende desaparecer las lagunas que están en cabecera de cuenca y que son frágiles ecosistemas formados a través de millones de años, para ser reemplazadas con embalses artificiales. Aún contra la opinión del ministro Giesecke que afirma que tal operación dañará irreversiblemente dicho ecosistema.

Para el presidente la circunstancia es crucial y las decisiones que va tomando nos indican con claridad el rumbo de su gobierno. En tanto la Sociedad Nacional de Minería se siente representada en él, millones de votantes, entre ellos los chotanos, nos sentimos decepcionados por esta práctica perversa de prometer y luego traicionar. Más aún cuando en nuestra provincia tenemos las Lagunas de Mishahuanga en los distritos de Miracosta y San Juan de Licupiz, dos hermosos espejos de agua en cuyo subsuelo existe oro y ya han hecho estudios para una posible exploración y destrucción.

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