sábado, 1 de diciembre de 2012


LOS PECADOS DE SUSANA VILLARÁN

Ganar la alcaldía de Lima y tener militancia izquierdista fue el primer pecado de Susana Villarán. Esto le granjeó el feroz encono de la Derecha Bruta y Achorada (DBA). Justo cuando todo lo tenían sólidamente asegurado con sus dos candidatos firmes Alex Kuori y Lourdes Flores. Ella, entrando por los palos se inventó el triunfo. Ni lo más réprobo de su prensa que trató de enlodarla para sacarla de carrera, ni toda la inmundicia que le arrojaron con brío desesperado pudo evitar su triunfo.

Su segundo e inconcebible pecado fue haber puesto en blanco y negro y con cifras la gestión de su predecesor Luis Castañeda. Sacar a luz muchos entuertos y trapos sucios muy bien disimulados. El caso Comunicore, ya emblemático por la estela de corrupción y que amenaza a engullir a su progenitor, aumentó su espectro sospechoso y se convirtió en asunto nacional. Esto indudablemente perjudicó la candidatura presidencial del ex alcalde. Desde entonces se cocinaron los odios, la guerra estaba jurada y la venganza estructurándose aceleradamente.

Susana Villarán tomó las decisiones más cruciales y difíciles para  intentar convertir a Lima en una urbe algo más civilizada y habitable: reordenamiento del transporte urbano que funciona con mafias muy bien montadas y el traslado del mercado mayorista La Parada al nuevo complejo de Santa Anita.  Del mismo modo que antes lo hiciera Alberto Andrade para reordenar el comercio ambulatorio (dígase de paso con Castañeda empezó a retornar a sus fueros primigenios de desorden y el proyecto del nuevo mercado fue abandonado así como el reordenamiento del tránsito por ineficiencia o cálculo electoral). Se sumaron a la DBA este sector de informales que han hecho fortuna en medio del desorden y la mugre.

Lo primero que maquinaron los deshonrados perdedores fue utilizando su siempre efectiva prensa jurel (El Comercio y sus periodiquillos de medio sol como abanderados) fue hacerla pasar como una alcaldesa ineficiente y holgazana. Todos los días el mismo mensaje al ciudadano poco informado, en esto son expertos. Logrado este primer objetivo dieron el brinco al siguiente: la revocatoria. Entró a tallar entonces un impresentable Marco Tulio como cabeza visible, con agenda comercial propia queriendo promocionar su Instituto, y servir “gentilmente” a la ciudad. Claro, el suculento estipendio de las arcas del financista de Luis Castañeda lo motivaba aún más.  

Pero son la decencia y transparencia los mayores e imperdonables pecados de la alcaldesa. Algo que sus revocadores no ostentan. En un país corrupto hasta el tuétano y moralmente devastado, todo indicio de honradez y dignidad es subversivo. Los revocadores, sus financistas y sus mentores ideológicos tienen toda la razón del mundo, en nuestro Perú, en el que la política es un teleférico vertiginoso al enriquecimiento, jamás permitirán que una mujer que no pone su nombre en la obras que ejecuta, impulsa en arte en las calles, trabaja fuerte pero en silencio y que ha se ha enfrentado a las mafias incluidas las de las grandes empresas constructoras deba continuar en el cargo. Peligroso para la salud putrefacta de Lima y un amenazador mal ejemplo para todo el país.
 

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